27 noviembre 2015

Es un ejercicio de higiene moral leer los artículos de Ana Velasco. Hace un mes, El Mundo publicó este:

ETA está en las instituciones.
El ministro del Interior afirma que ETA está derrotada, que ya sólo está en las cárceles y que lo único a valorar es su disolución. Ojalá la percepción del ministro respondiese a la realidad y se produjese una disolución de la banda que significase su desaparición de la escena pública, que nadie justificase su existencia y que se deslegitimaran sus planteamientos. Pero, desgraciadamente, los hechos son tozudos y lo que nos muestran es que centenares de ayuntamientos del País Vasco y Navarra están encabezados por acólitos o simpatizantes de ese terrorismo que consideran redentor, al que jamás condenarán y a cuyos criminales ensalzan siempre que tienen ocasión.
La realidad es que el actual Gobierno de Navarra está sustentado por un partido que no condena el terrorismo y cuya portavoz ha dicho que no hay que alegrarse de las detenciones de etarras; la realidad es que un diputado del Parlamento Vasco, Iker Casanova, pasó 11 años en la cárcel condenado por pertenencia a banda armada y que Hasier Arraiz, presidente de un partido político legal, ha dicho públicamente que "matar fue acertado" y que los asesinos de ETA son "hombres y mujeres capaces de dar su vida por un sueño"; la realidad es que el senador del Reino de España Iñaki Goyoaga va a ser investigado por el Tribunal Supremo por integración en ETA; la realidad es que Sabino Cuadra, uno de esos diputados de uno de esos partidos que se legalizaron como consecuencia de la negociación, ofende a los españoles cada día con su indigna presencia en el Congreso y ha roto impunemente las páginas de la Constitución desde la tribuna de oradores; la realidad es que la alcaldesa de Hernani que pidió un aplauso para los asesinos de la T4 formará parte de unas listas para ser diputada en el Parlamento de España.


La realidad es que estamos disimulando y mirando para otro lado, aceptando tácitamente el final del terrorismo que a los nacionalistas les conviene y por el que trabajan incansables: el de la impunidad y la legitimación, sin derrota política. Por eso disimulamos y miramos para otro lado cuando el Gobierno Vasco dedica 20 millones de euros en cuatro años a un plan de paz y convivencia que pretende equiparar los asesinatos de ETA -a los que denomina "vulneraciones del derecho a la vida"- con "los abusos policiales" y cuando anuncia públicamente que apoyará homenajes a etarras fallecidos. Y por eso también disimulamos sin replicar cuando los nacionalistas en bloque protestan porque se detenga a los dirigentes de la banda y se muestran contrarios a "un final policial" es decir a que se pueda detener y juzgar a los delincuentes por sus delitos como es consustancial en cualquier Estado de Derecho.
La realidad es que ETA no sólo está en las cárceles -cada vez más vacías, por cierto- sino que está en las instituciones y que su pretensión es alcanzar el poder en el País Vasco, con Arnaldo Otegui a la cabeza -ya ha empezado su orquestada campaña de imagen-. Y por mucho que miremos para otro lado, por mucho que se haya impuesto la consigna del silencio y del dejar hacer con respecto a un asunto en el que parece que todo está pactado y "amortizado", ETA y sus aliados siguen adelante con sus planes y sus planes siguen siendo los mismos de siempre.
Ana Velasco Vidal-Abarca es hija de Jesús Velasco, asesinado por ETA en 1980, y de Ana María Vidal-Abarca, fundadora de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT).

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