01 marzo 2015

La hipocresía en la política

Las niñas nigerianas son, desde el #BringBackOurGirls, 
un “objetivo legítimo” para los terroristas 
porque consiguen difusión y notoriedad


Los políticos más poderosos del mundo utilizan todos los medios a su alcance para salvaguardar su imagen o mejorarla. Hay políticos muy respetables cuya imagen es consecuencia directa de su buen hacer y su valiente honestidad en la gestión. Hay otros que anteponen una imagen creada artificiosamente a base de golpes de efecto según las oscilaciones de la intención de voto de la última encuesta y desechan la adopción de decisiones necesarias de alta responsabilidad. 

Recordemos por ejemplo la campaña #BringBackOurGirls en twitter y veamos qué logros obtuvo. 

El 14 de abril de 2014 el grupo terrorista Boko Haram ataca un internado en Chibok al noreste de Nigeria y secuestra a 276 niñas. Algunas de ellas, 57 concretamente, consiguen huir en el trayecto del secuestro. Hoy, 305 días después, se desconoce el paradero y la lista completa de nombres de las 219 niñas secuestradas e indefensas cuyos pecados son ser niñas, cristianas y además estar estudiando para tener una vida mejor. 

Esta banda de asesinos cuyo nombre quiere decir “la educación no islámica es pecado” nace en 2002 en el seno de un grupo de fanáticos de clase alta entorno al líder religioso Mohamed Yusuf. El objeto de este grupo terrorista es imponer la “sharía” en Nigeria, un país mitad musulmán mitad cristiano maltratado por el terrorismo, la impunidad y la inseguridad. 

El líder actual de estos terroristas reivindicó el secuestro de las niñas en un vídeo emitido en mayo de 2014 y pidió a cambio de no vender a las niñas, la liberación de otros asesinos encarcelados por terrorismo yihadista. En ese vídeo llegó a reconocer que las niñas “ya habían sido convertidas al Islam”. 

Esta barbaridad es una más de las que estos sangrientos fanáticos han cometido desde 2002, pero esta vez, se desatan múltiples reacciones a nivel internacional. Esta mayor respuesta es debida en gran parte a la difusión en una red social de un mantra. 

En las horas y días siguientes al secuestro, líderes de África occidental como Idriss Déby, el presidente de Chad, declararon la “guerra total” a los terroristas y se unieron en un frente común. También en esos días, los líderes más poderosos del mundo como Barack Obama o como François Holland aunaron voces en una “condena internacional” y afirmaron que este grupo terrorista “es una amenaza para todo el África occidental”. 

Asimismo aterrizaron en Nigeria expertos, diplomáticos y fuerzas especiales de los Estados Unidos, Reino Unido, Canadá o Francia para colaborar en la liberación de las niñas que 305 días después todavía no se ha producido. 

A los nueve días del secuestro, Oby Ezekwesilila, exministra de Educación nigeriana y vicepresidenta del Banco Mundial para África, pronunció en un discurso en Port Harkourt las palabras que iban a propagarse como la pólvora: “bring back our girls”. En ese acto el abogado Ibrahim Abdula creó la etiqueta en Twitter que efectivamente dio la vuelta al mundo indignando a millones de ciudadanos incluidos personajes poderosos y variopintos y organizaciones reconocidas internacionalmente. Entre ellos hubo algunos que tomaron la iniciativa como por ejemplo Michelle Obama, Hillary Clinton, Amnistía Internacional, Angelina Jolie, Sean Penn o Unicef. 

El “hashtag” se convierte en un verdadero fenómeno de alcance global que consigue captar cierta atención pero eso sí, de un número muy importante de personas, millones. La primera dama de Estados Unidos se volcó en esta campaña tuitera y colgó su foto en la que sujetaba un cartelito que rezaba #BringBackOurGirls que inmediatamente se convirtió en viral. Esta es una campaña de comunicación espontánea inicialmente que canaliza una indignación “de consumo rápido” en la que, con un simple retuit, se satisfacen impulsos iniciales de reacción. Es baldía en efectividad en cuanto a la liberación de las niñas o para la defensa de sus derechos, pero aparentemente rentable para la imagen de los políticos como los Obama. 

Esta rentabilidad conseguida corriendo a la cabecera de una manifestación en marcha que abandera una idea buenista pero inviable y de consecuencias negativas. 

Abdula declaró en aquel tiempo que tenía la esperanza de que con esto creciera la presión sobre el Gobierno nigeriano y le obligase a negociar con los terroristas. 

Sin embargo erraba en su diagnóstico ya que los ritmos de la diplomacia, los criterios de los gobiernos que no ceden a chantajes y las actuaciones de las fuerzas de seguridad no se mueven a golpe de tuit. Tampoco los grupos terroristas lo hacen. La indignación y las súplicas tuiteras no produjeron efecto alguno sobre los terroristas y jamás provocarían en ellos afección emocional alguna o modificación de sus acciones terroristas o estrategias sanguinarias. Pero hubo algo que desgraciadamente se consiguió y de lo que los terroristas se congratulaban: la atención lograda de tantos millones de ciudadanos conseguía los objetivos primarios que busca el terrorismo, propagar, difundir y socializar el terror con el mayor alcance posible y además darse a conocer a nivel mundial legitimándose con ese alcance propagandístico que ellos consideran un gran reconocimiento. 

Este grave error consiguió fortalecer a este grupo terrorista aunque mejorara la imagen de algunos políticos que se subieron al carro. 

Las mujeres y las niñas nigerianas son desde entonces un “objetivo legítimo” para los terroristas porque consiguen gran alcance internacional, notoriedad y debilitan aún más al gobierno nigeriano incapaz de proteger a la población y de acabar con la impunidad. Desde mañana, sábado 14 de febrero de 2015 hasta el 28 de febrero se celebran elecciones en Nigeria. Los observadores internacionales enviados por la UE y otros países del mundo occidental deben velar por el libre ejercicio del derecho al sufragio y la idoneidad del proceso electoral, mientras todos los demás derechos están siendo violados a diario.




Publicado en neupic.com el 13 de febrero de 2015.